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La tristeza y el manejo de ésta

La tristeza es normal y forma parte de la vida. Cuando una persona cercana muere o cuando ocurre un cambio de vida, es importante dejar fluir las emociones y hablar de ellas. El rol de los familiares es estar ahí y no permitir que la tristeza atemorice.

¿Qué es la tristeza?

Sentir tristeza es más que simplemente estar apenado. Es una reacción emocional natural luego de una gran pérdida, como el fallecimiento de un cercano o una separación. La tristeza también puede ser gatillada por grandes cambios de vida, por ejemplo, cuando los hijos se van de casa o cuando uno pierde el trabajo o se jubila, y ya no se siente necesitado.

La mayoría las personas necesitan vivir la tristeza luego de una gran pérdida o un gran cambio. La emoción, que es fuerte y muchas veces llena de dolor, surge como una forma de mostrarnos a nosotros mismos y mostrarle al entorno aquello que hemos vivido. La tristeza es una señal a la persona de que las exigencias deben disminuir durante un periodo.

Para muchos, la tristeza y el llanto son lo mismo. Sin embargo, el cuerpo tiene muchas otras formas de reaccionar. Un gran cansancio, cambios de humor, dificultades para concentrarse, miedo, ansiedad e inquietud pueden todos ser síntomas de la tristeza. También pueden surgir molestias cerca del corazón o el estómago, y trastorno del sueño. En el caso de los adultos mayores, es más frecuente encontrar síntomas difusos y depresión.

¿Cómo afecta la vida diaria?

Cada tristeza es única y no existe una forma correcta de vivir el duelo. Es importarte respetar los plazos que le acomodan a uno. Muchas veces se habla de un año de duelo, es decir, uno se demora mínimo un año el procesar la tristeza. Cuando muere una persona cercana, pueden ser particularmente delicadas todas las festividades que se celebran por primera vez sin esa persona.

Ocurre que las personas en duelo experimentan que pueden ver u oír a la persona muerta. Esto también es una reacción natural y no implica un trastorno mental.

Es importante atreverse a mostrar sus emociones. Guardarse las emociones puede llevarnos a intentar escapar de la tristeza, por ejemplo, trabajando o viajando en exceso. También puede conducir a conductas destructivas, tales como el consumo de medicamentos o alcohol. Estas acciones pueden postergar la tristeza.

¿Puede mejorar?

La tristeza puede hacernos sentir que la vida nunca volverá a ser mejor. Ese no es el caso. Sin embargo, uno debe procesarla, sin importar cuán dolorosa sea. No existen atajos y es importante permitirse sentir la pena. En algunos casos, facilita ser abierto acerca de la tristeza y hablar sobre ella.

Cuando todo es un caos y nada tiene sentido, es importante intentar mantener las rutinas diarias. Puede ser necesario disminuir la cantidad de trabajo y otras fuentes de estrés, pero manteniendo los hábitos alimentarios y de sueño. Puedes estar solo cuando quieras y lo necesites, pero no te encierres en ti mismo. Para seguir adelante, es sumamente importante el apoyo de los familiares.

Como familiar puede ser difícil y aterrador tener que manejar la situación. Ayuda mucho escuchar, ayudar con las ocupaciones diarias o simplemente estar ahí. Lo peor para el afectado es la evitación y el silencio.

¿Dónde encuentro apoyo y ayuda?

En casos más graves, por ejemplo, cuando fallece una persona joven, quizás no sea suficiente el tiempo para sanarse. Debes buscar ayuda profesional si tu o un familiar se siente deprimido y estancado en esa emoción.

En un ambulatorio podrás recibir orientación y, de ser necesario, derivación para apoyo terapéutico de un asesor social o psicólogo. Existe ayuda para quienes tengan trastornos del sueño prolongados. También existen muchas asociaciones y organizaciones que ofrecen ayuda en casos de tristeza.